Amante del soneto y la ciudades,
de los catorce versos misteriosos,
de las plazas y los zocos bulliciosos,
de su bonanza y de sus tempestades.
Cautivado por las complicidades
del
idioma y sus ritmos caprichosos,
de
los parques con ecos rumorosos,
del
bullicio y también de soledades.
He viajado atento a sus latidos,
al
guiño abierto y a la confidencia,
al mensaje oculto en las esquinas.
La sencillez o la magnificencia,
las
persigo con todos los sentidos,
las
describo con rimas peregrinas.
Como escribiera Góngora divino,
los
versos son que aquí serán colgados,
“perdidos
unos, otros inspirados”.
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