Parece su paisaje una maqueta
y
sus pueblos hermosos decorados,
en
abruptas laderas apoyados,
como albas alas de una cometa.
Su ánima es sensual y a la vez asceta;
sus
habitantes, tanto tiempo aislados,
sobrios,
prudentes, francos, despejados;
su
natura, austera y aun coqueta.
La custodian y le guardan las espaldas
de
Sulayr las imponentes cumbres,
frente
al terso azul del Mediterráneo.
La surcan retahílas de guirnaldas
en
que, por una eterna servidumbre,
hace
la nieve un viaje extemporáneo.
Ínsula recóndita y amniótica,
seductora
es su mirada y es hipnótica.
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