Estalla la vida en tus tabernas
y
en tus calles medidas cartesianas,
rara
y sobria elegancia en las ventanas
de
viviendas antiguas o modernas.
Aunque el frío arrecie nunca hibernas,
llena
de impulso y calidez humanas;
por
las tardes, las noches o mañanas,
sigue
bullendo la vida en tus tabernas.
Tus ojos han visto el mal henchido
de
abyecta infamia y de odio tan malsano,
que
el aire en siglos dejó envilecido.
Subido a un pedestal, Maximiliano
te
contempla, entre ufano y divertido,
sobre
un trono, vestido de romano.
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