Buscando soledad y recogimiento
fue
fundada en su roca una abadía,
que
es isla o península en el día;
juego
de las mareas su aislamiento.
Al líquido y arenoso ceñimiento
se
agregaron murallas a porfía
blindando
su abismal topografía;
era
un tiempo el Medievo turbulento.
Tan altivo quedó e inexpugnable,
que
en la guerra eterna de los cien años
nunca
el inglés lograra conquistarlo.
Hoy, sin embargo, es innumerable
la
horda que asciende sus peldaños
para
hollarlo y, acaso, profanarlo.
Inundan pleamares de turismo
el
retiro, la paz y el ascetismo.
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