Famosa por su áspera mostaza,
es
ciudad coqueta, afable y atractiva.
De
la Borgoña capital festiva,
se
huelga allí el viajero y se solaza.
Tiene
un palacio al que una plaza abraza,
como un anfiteatro a la deriva,
y una Notre-Dame, singular y altiva,
con el símbolo local, una lechuza.
Tiene
esbelta catedral, de San Benigno,
y otros templos de mérito parejo,
la Cité de la Gastronomie et du Vin,
y un exento arco triunfal, que es condigno
de su noble Historia y fiel reflejo
de su
condición antaño d’un fortin.
Y
al sur, en alomadas riberas aluviales,
la región feraz que ofrenda vinos celestiales.
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