ciudad caudal de líquidas murallas,
de nautas mercaderes con agallas,
todo el Mare Nostrum su acicate.
No labora en su puerto un calafate
ni sus nobles comercian con vituallas.
Ya no libra marítimas batallas,
trocado el velero por el yate.
Reliquia extravagante y misteriosa,
decadente capricho de la historia,
hoy la inundan el agua y los turistas.
Con mueca irónica y jocosa
ve Goldoni a la plebe ambulatoria
y en góndola a las turbas elitistas.
Anacrónico parque de atracciones,
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