de las torres de iglesias medievales,
de sus plazas y calles monacales,
detrás de su alcázar jactancioso.
Más allá de su aire cadencioso,
de su templo de formas colosales,
insigne catedral de catedrales.
Detrás de lo bello y lo grandioso
las guerras con sus muertos, los asedios,
las hambrunas, la peste, los destierros.
San Juan de la Cruz , con grácil hábito de hierro,
levita en una humilde plaza y se desvela,
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