Tu noble abolengo velas celosa,
la esencia del espíritu manchego,
que tu hijo más ilustre y andariego
hiciera universal en rica prosa.
Mas te cubre una sombra poderosa,
un tumor que engrosa sin sosiego
que, presa de ambición y desapego,
tu enseña hurtó, ingrata y alevosa.
Entre patios de arcadas elegantes,
tras pórtico modelo de armonía,
en sepulcro de mármol repujado,
aunque de órdenes fuese mendicantes,
reposa el Cardenal que fue vigía
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