Inflaman las sirenas el aire de sus calles,
tropeles de viajeros se empujan en sus plazas,
el agua, bulliciosa, se escurre por las tazas
de sus cientos de fuentes, de estatuas y de entalles.
En las siete colinas y el lecho de sus valles
se apelmazan la historia, los yelmos, las corazas,
los templos, los palacios, la vida en sus terrazas,
columnas, columnatas, molduras y entrecalles.
En el Campo di Fiori medita don Giordano
eternamente, en bronce, por qué fue calcinado,
mirando con tristeza las hordas de turistas.
Al mármol travertino llamémosle romano,
montañas se trajeron; está pluriempleado
en fachadas clásicas, barrocas, manieristas.
A la Fontana di Trevi arroja tus monedas,
te conducirán a Roma todas las veredas.
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