Laberinto de cal y de geranios,
de arcadas y calles imposibles,
de versos en placetas apacibles,
vórtice de historias y designios.
Fueron sus barrios los proscenios
de gestas y de huestes invencibles,
de murallas quizás inasequibles,
de graves y funestos vaticinios.
Hoy dormitan palomas en sus plazas,
e inquieta se despeña la mirada
con vértigo asomada a sus balcones.
No anuncian las campanas amenazas,
del Guadalete imposible la riada.
El silencio y la paz son sus pendones.
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