Tiene Nueva York el alma helada,
gélido
humor circula por sus venas,
que
atempera su júbilo y sus penas,
como
una melancólica balada.
Manan sus grifos agua granizada
y
tenaz el mesonero te rellena,
como
si en ello hubiera una condena;
quiere
estar Nueva York bien hidratada.
Aunque sus calles sean un hervidero,
y
en Times Square se cueza el consumismo,
o
en Wall Street se abrase la conciencia,
en
las entrañas tiene un enfriadero,
su
singular y raro hidrotropismo,
subterránea
y frescal magnificencia.
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