Un paraíso fueron las arenas
de
tu agreste playa solitaria,
de
un edénico azul depositaria,
luz
y sol corriendo por sus venas.
Recóndito refugio de sirenas,
arcadia
feliz, capital corsaria,
hogar
de libertad nunca falsaria,
clepsidra
de las horas más amenas.
Con absurda y estúpida avaricia
cayeron
sobre ti como un tornado,
violando
una vez más el paraíso.
Mordieron la manzana con malicia,
tu
espíritu dejando desolado,
y tendido tu cuerpo sobre el piso.
Un páramo de asfalto y hormigones
avanza
imparable entre espigones.
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