No sé, Federico, hasta qué punto,
ese
Nueva York de perfiles duros,
el
que inspiró tus versos más oscuros,
está
vivo o yace ya difunto.
Seguir siendo pudiera fiel trasunto,
de
una humanidad que levanta muros,
que
los corazones vuelve impuros
al
mezclar con el dólar todo asunto.
Mas luce el Rey del Harlem traje bruno,
y
áureo collar exhibe de gorguera;
han
tronchado los negros las cadenas.
Su aurora sólo espera el desayuno,
izada
ya la rojialbar bandera
y
despierta la colosal colmena.
La multitud que orina son turistas,
y
visitan sus palomas al psicoanalista.
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