Décadas acogió al pontificado,
con
la Baja Edad
Media ya empezada,
esta
noble ciudad amurallada,
quedando
patrimonio del papado.
De aquella antigua historia le ha
quedado
una
enorme mansión fortificada,
no
ha mucho de la ruina rescatada
y
trocada en su inmueble más preciado.
Arrastró al final a los papistas,
y
borró su dominio de los mapas,
el
gran diluvio revolucionario.
Hoy acuden en manadas los turistas
para
ver el palacio de los papas
y
subirse en su puente legendario.
Un laberíntico escenario urbano
son
sus calles y plazas en verano.
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