Un soberbio castillo la defiende,
con un patio interior renacentista,
y una sierra de luz impresionista
hasta el cielo la eleva y la trasciende.
Al viajero su invitación sorprende:
bellos pueblos de estampa costumbrista,
serranas trochas para el senderista,
y hasta una vieja mina allí se esconde.
En un grandioso y albar retablo
se convierte la sierra en el invierno,
componiendo una estampa fascinante.
Arduo resulta optar por el vocablo
que compendie un conjunto tan fraterno,
sencillo, tan ameno y deslumbrante.
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