Confinada en su cerco de murallas,
ciclópeo,
colosal, impresionante,
a
modo de un enorme guardainfante,
saca
brillo la urbe a sus medallas.
Ha sufrido asaltos y batallas,
trocada
en el campo de Agramante,
siempre
alerta, segura, desafiante,
mostrando
al contrincante sus agallas.
Ciudad es hoy tranquila y apacible
en
que don Juan reposa, el infante
que
fuera la esperanza de Castilla.
La imagen de Teresa es ostensible;
un
aire de virtud santificante
en
sus calles se espesa y aun brilla.
Se acumula la Historia en sus almenas
y
en sus plazas las horas más amenas.
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