Anduvo Unamuno estos andurriales
condenado
a la pena de destierro,
describiendo
en sonetos teologales
la
dura y carencial vida de perro
que
en esta tierra (aulagas, sol y eriales)
se
sufría como un divino yerro.
Mas
quiso el cielo aminorar sus males
y
contrarrestar su insular encierro.
Dispuso así que sus grandiosas playas,
y
su eterno y sensual primaverano,
miríadas
atrajeran de turistas.
Sus gentes libran hoy otras batallas
tras
el giro cabal, copernicano,
y
vencidos los augurios fatalistas.
El arcano nombre,
Fuerteventura,
sugiere hoy epicúrea dulzura.
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