Su atormentada piel, su orografía,
laberinto
de crestas y barrancos,
que
exige a veces recorrerla a trancos,
contrasta
con su luz y su alegría.
Su afable y cordial feligresía
(maneras
liberales, modos francos,
limpios
corazones, mirlos blancos)
forma una hospitalaria cofradía.
Suele ser el canario cachazudo,
por
un gozoso clima modelado,
al
que la holganza ingeniosa seduce.
Allí sestea Pérez Galdós medio desnudo,
sobre
un noble pedestal alzado,
frente
al teatro que su nombre luce:
tal
que un Séneca entre insular y matritense.
Explórala viajero con cuidado
y
hallarás la cultura canariense.
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