Sobrada es sin duda la autoestima
de
esta ciudad coqueta y distinguida.
Al
Cantábrico seduce, presumida,
y
peinando sus vientos lo fascina.
La elegancia en la Concha se enracima
en
suntuosas fachadas, y la vida
de
una urbe mimada y consentida
allí
se huelga, se exhibe y legitima.
Recuerda con nostalgia su pasado
de
capital del regio veraneo,
con
una corte estival algo pomposa.
Custodia el arcano vascongado
y
se cubre con rico solideo;
con
una cosa viene la otra cosa.
Ciudad nobiliaria y a la vez canalla,
amena
y liberal, nunca vasalla.
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