Entra
el viajero a esta noble villa
como
quizás se hiciese en el Medievo
(obviamente,
el pavimento es nuevo)
cuando
al muslim lo arrebató Castilla.
Hasta tres murallas la apestillan,
de
una a otra pasándose el relevo;
alardear
su fortín puede de longevo,
y
hasta de hacer las veces de Bastilla.
Hoy en sus puertas a nadie se detiene,
se
abren de par en par para el turista,
que
encontrará posada en su alcazaba
si
a su bolsa el precio le conviene;
sus
almenas le ofrecerán la vista
que
don Juan Manuel, el Infante, oteaba.
Su gallarda fortaleza, cristiana y
agarena,
secretos murmura del marquesado de Villena.
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