Un aire ajado tienen sus
aceras
y una pátina oscura sus fachadas,
que parecieran también estar cansadas
de ser confín de todas las fronteras.
Dormitan en su mástil las
banderas,
domesticadas, sacias, derrengadas,
recordando las viejas barricadas
y el ambiente febril de las trincheras.
En
este magma de gentes y naciones,
exhiben sus patéticas figuras
Don Quijote y su amigo Sancho Panza.
No
se defienden allí viejos blasones,
ni se sueñan hermosas chifladuras,
late en su vientre la desesperanza.
Pierde
Europa sus últimas batallas,
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