muestra de su grandeur y su nobleza,
escaparate de sin par guapeza,
de vastas perspectivas y arrogancia.
Hasta el mal gusto tiene allí elegancia,
la gruesa desmesura ligereza,
no parece allí la escasez pobreza,
su contaminación, sutil fragancia.
Napoleón, vestido de romano,
megalómano al fin, hasta en la muerte,
recibe displicente, tan ufano
bajo una mole de granito inerte,
al alegre turista ciudadano
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