Tan majestuoso es su templo inmenso,
de
tal vastedad sus proporciones,
insigne
creación de creaciones,
que
su bóveda está como en suspenso.
Su preeminencia no admite disenso:
iglesias,
palacetes o torreones,
nada
es digno de tantos galardones,
nada
es tan grandioso, tan intenso.
A su sombra se agrupan las moradas,
se
extienden las calles y avenidas,
apura
el ciudadano sus afanes.
Mira el castillo altivo sus arcadas,
lamiendo
con envidia sus heridas:
a
turistas alberga y no a guardianes.
Ciudad sencilla, humilde y recoleta,
la
catedral encumbra su silueta.
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