Su plano ortogonal, simple y perfecto,
modelo
de diseño cartesiano
encarnado
en croquis ciudadano,
es
sin duda el edén del arquitecto.
La vertical, el rumbo predilecto,
el
empeño, elevar el techo urbano,
divisa
del poder americano,
unido
al atributo de lo erecto
(acaso
por complejo freudiano).
Sus calles son profundas hondonadas:
carentes
las aceras de solanas
suspiran
por la luz en el invierno.
Este colosal bosque de fachadas,
inmensas
cataratas de ventanas,
es
a la vez el cielo y el infierno.
Piérdete viajero entre el boscaje,
sólo
curiosidad por equipaje.
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