El
tajo que la escinde es su divisa,
y el romántico mito del torero
o la imagen montés del bandolero,
tópicos para quien la ve con prisa.
El
alma alberga de una poetisa,
el corazón, más de roca que de albero,
su profesión, soberbio miradero,
su vocación, galantear con la brisa.
Es
su parte antigua un decorado
con iglesias, palacios y callejas,
que incluso algún minarete oculta.
Allí el gran Espinel semeja el Dante.
El
tejido urbano es un drapeado,
con pedrería de historiadas rejas,
que a una dama viste tan noble y culta.
En
una de sus plazas, un almo Blas Infante,
sereno y abstraído, saluda al viandante.
