En un mar infinito de olivares
se
alza este raro acervo de hermosura,
cuajado
de elegante arquitectura
en
dos urbes gemelas y dispares.
Columnas, frontones, arcos, sillares
labrados
con destreza, y una moldura
que
todo lo enmarca con finura;
cariátides
y atlantes por millares.
Allí
dejó su genio Vandelvira
y
ostentaron los nobles su jactancia
en
templos y en palacios con torreones.
Hoy el turista todo aquello admira
y
disfruta la histórica elegancia
en
hoteles palatinos con blasones.
Procura, viajero, que un buen viento
a
este prodigio te lleve del Renacimiento.